Sunday, September 4, 2011

El pasado hecho una excusa

El pasado hecho una excusa
Alonso Moleiro
Domingo, 4 de septiembre de 2011

Personalmente estimo que, al perseguir episodios pretéritos que
justifiquen el costoso fraude administrativo de estos últimos 12 años,
estos voluntariosos del oficialismo pierden su tiempo con este ejercicio.

No volverán": es esta una frase, una idea, un objetivo fobia usado por
dirigentes, voceros, periodistas y dolientes genéricos del gobierno para
descalificar a sus adversarios.

Ese parte del substrato esencial del pensamiento chavista: convertir en
una especie de arquetipo del mal a eso, que, de forma bastante
antojadiza e inexacta por demás, han pasado a denominar la "Cuarta
República". De sus taras y sus contradicciones, por cierto, se
alimentan. Con su recuerdo se mantienen vivos, se justifican,
reinventan, se recrean, se comparan.

Se consuelan: si alguien protesta ante el estancamiento económico del
país, algún documental nos pondrá al corriente: las verdaderas crisis
económicas fueron las de la cuarta república. Si un ciudadano se irrita
ante la disfunción permanente en materia de servicios públicos,
cualquier periódico del gobierno encontrará tiempo para cazar en el aire
un gazapo pretérito. Siempre habrá algún episodio para solazarse.
Represión, corrupción administrativa, violaciones a la ley, crisis en
los servicios públicos: los heraldos de la esperanza de los pueblos,
administradores de la causa popular, saben que, a la hora de hacer las
cosas mal, tienen espacio suficiente: siempre habrá disponible, para
homologarse, algún expediente vetusto de los cuarenta años anteriores.

Personalmente estimo que, al perseguir episodios pretéritos que
justifiquen el costoso fraude administrativo de estos últimos 12 años,
estos voluntariosos del oficialismo pierden su tiempo con este ejercicio.

Nadie en la oposición democrática tiene ningún interés en volver atrás.
Es decir: podrá haber personas que tendrán sus motivos para defender el
legado y los valores del régimen anterior, y esa es una discusión
reservada a analistas e historiadores, pero lo que todo el mundo tiene
claro es que al pasado no se puede regresar.

A cualquiera que quiera verlo le puede quedar completamente claro que
esta es una grosera simplificación de los hechos, un análisis
completamente interesado, pensado más para evadir responsabilidades
presentes que para establecer balances honrados.

No es casualidad que el epicentro discursivo de todo el andamiaje
político, técnico y programático de la Mesa de la Unidad descanse en la
reivindicación de la Constitución de 1999 como eje para un futuro
gobierno de Unidad Nacional. Eso explica que parte sustancial de los
sectores más intransigentes de la disidencia democrática fueran,
también, los fustigadores más inclementes de los años 90: por eso
acompañaron con tanto entusiasmo a Hugo Chávez en sus primeros años.

Más todavía: las caras fundamentales de eso que ahora se conoce como
Mesa de la Unidad, las vocerías más esclarecidas de sus partidos, los
precandidatos existentes, son, en su determinante mayoría, personas
demasiado jóvenes para ser incluidas en esa licuadora histórica
improvisada y pirata. Hablamos de ciudadanos formados al calor de la
crisis nacional que comenzaba a gestarse en los años 80, desconectados,
desde todo punto de vista, de cualquier responsabilidad administrativa y
de gobierno. En una fecha históricamente tan reciente como el escándalo
del Sierra Nevada, por citar un episodio presente en la memoria de
todos, estarían apenas en edad escolar. El lunes 27 de febrero de 1989
si acaso estarían terminados los estudios de secundaria.

Pongámoslo en estos términos: no estaría Hugo Chávez donde está si la
crisis del Pacto de Punto Fijo no se hubiera extendido de esa manera. Es
obvio que la recién finalizada década, perdida desde casi todo punto de
vista para este país, es la continuidad de una curva descendente que
comenzó antes. 27 de febrero, 4 de febrero, 27 de noviembre, 6 de
diciembre: son los puntos de inflexión de la ruina del país, la hoja de
ruta fechada de nuestro descenso, la consecuencia de un costoso pasivo,
horneado en equivocaciones previas. Chávez es el resultado peor aún: la
continuación agravada de un costoso proceso de decadencia escrito en
las décadas precedentes.

Y por último. Todos los vicios que se le endilgan a la ahora denominada
"cuarta" la corrupción administrativa y el tráfico de influencias, el
carnet político; las aplanadoras parlamentarias; la dificultad para
acceder a la justicia, las debilidades institucionales; el caos urbano y
el desborde delictivo; la lentitud en las obras públicas, el despilfarro
de dinero y la quiebra de las empresas estatales, por nombrar algunos
han sido largamente superadas en la Venezuela Bolivariana. Tienen rango
de Estado y en ocasiones son asumidas con mucho orgullo.

Con una diferencia: los gobiernos de Punto Fijo levantaron una ciudad
entera, Puerto Ordaz; modelos industriales envidiables, como Edelca,
Venalum y Pdvsa; gerentes públicos de primera línea, como José González
Lander, Leopoldo Sucre Figarella y Arnaldo Gabaldón; obras de
infraestructura como el Metro de Caracas y el Puente sobre el Lago de
Maracaibo y logros sanitarios que no habían sido alcanzados por la
nación nunca jamás.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3284789.asp

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