Thursday, September 8, 2011

El país que no deseo

El país que no deseo
Pedro Luis Echeverría
Jueves, 8 de septiembre de 2011

Se profundizan el acoso y el cerco gubernamental contra la disidencia.
Se cierran los caminos para ejercer la oposición de manera civilizada y
pacífica

La crítica y el derecho a disentir se conculcan de forma sistemática por
las arbitrariedades de los que hoy se sienten todopoderosos. Quienes
disentimos somos considerados por el chavismo como obstáculos, elementos
antisociales que deben ser suprimidos para facilitar la definitiva y
urgente entronización de un orden mesiánico. De esta manera estamos
llegando a la completa destrucción de la sociedad venezolana en los
momentos en que es necesario proclamar con mayor fuerza el sentido de
identidad nacional frente a los avatares y exigencias de un mundo
moderno globalizado, sacudido por una crisis cuya duración y profundidad
es impredecible y que compromete el presente y las posibilidades de
nuestro país hacia el futuro.

El chavismo nos quiere dependientes, sumisos y excluidos; pretende
imponernos la noción que debemos aceptar todo por miedo a perder todo.
Esta inconveniente manera de concebir nuestra participación en la
sociedad nos ha generado un sentimiento angustioso por la
descalificación del sentido de nuestras acciones como individuos racionales.

A su vez, esa angustia determina un giro de perspectiva, a un forzado
eclipse de la ética de la responsabilidad con nosotros mismos y con la
obligación de trazar firmemente la frontera entre nuestras convicciones
y lo que se pretende imponernos; ello nos refuerza la necesidad de
reivindicar nuestro derecho a la movilización política para participar
en la evolución de la vida de la República. Ese sentimiento
profundamente arraigado en cada uno de los individuos que convivimos es
esta sociedad no puede ser negado ni escarnecido por los detentores de
una visión totalitaria, militarizada e íntimamente vinculada a un
populismo de corte fascista como es la que tienen el gobierno y sus
acólitos.

Aumenta, entonces, la distancia entre el Estado y una importante parte
de la sociedad y toma fuerza la necesidad de la movilización y el
peligro de una sublevación contra el autoritarismo, la corrupción, el
acorralamiento y, en consecuencia, una eventual y no deseada ruptura
fratricida. Nadie está dispuesto a admitir pasivamente que una voluntad
política única sustituya la pluralidad de opiniones e intereses y por lo
tanto su negociación o su conflicto. Debemos estar conscientes que
cuanto más fuerte sea nuestra movilización más totalitaria y despótica
se volverá el Estado. No dejará lugar a la libertad personal, a la
democracia, ni a las tradiciones si éstas no se identifican con el poder
del Estado.

Ese poder absoluto del que hace gala el gobierno ha venido devorando
vorazmente la acción autónoma de los actores sociales y a la sociedad
civil. Nos suprime el espacio público y nos reduce a la condición de
muchedumbre, de multitud dócil a la palabra y órdenes de un jefe. ¿Es
este el país que desea para usted y los suyos?


pedroluis.echeverria33@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3434935.asp

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