Monday, September 26, 2011

El debate entre los candidatos

El debate entre los candidatos
Asdrúbal Aguiar
Lunes, 26 de septiembre de 2011

Opositor que no hace oposición se queda en la oposición. Así se lo
escucho decir al ex presidente Luis Herrera, hoy fallecido

Siendo candidato entiende que su rol no es enmendar al gobierno, menos
obviarlo. Quien gobierna es éste y tiene la responsabilidad de hacerlo
bien. De allí que decide confrontarlo sin cuartel, destaca los yerros
de su predecesor, y a la sazón esgrime las propuestas de cambio que lo
llevan hasta la primera magistratura.

La "saña de caínes", propia de nuestro medio político, muy destacada por
Rómulo Betancourt, es otra cosa. Revela inmadurez e incapacidad. Pero
sigo recién el debate que abren los republicanos para su vuelta a la
Casa Blanca y aprecio que el criterio de Herrera vale aquí y en las
sociedades donde funciona la democracia, a plenitud. Quien no se opone
no es alternativa. Toda elección exige comparar.

La controversia es esencia y virtud de la democracia. Sin ella mal se
puede predicar el pluralismo. La controversia agonal cuando es
democrática no implica ráfagas a discreción, menos descalificaciones
adjetivas, tampoco escapatorias. Eso sí, el opositor ha de
identificar su frente con claridad, sin dejar dudas en cuanto a su papel
y evitando ser opositor a sí mismo.

El asunto viene al caso pues la opinión pública nuestra y quienes la
conducen – sean precandidatos opositores, medios y agencias de asesoría
electoral – deshojan la margarita. Algunos discuten, incluso, sobre cómo
alcanzar el poder y desplazar al dictador sin oponérsele; más allá de
organizarse para unas elecciones primarias y luego participar de las
generales.

En nuestro caso – el de Venezuela - la cuestión es compleja a la vez
que simple, por cuanto el alter ego de la oposición tiene nombre propio.
Hace lo imposible, enfermedad de por medio, para destrozar y perseguir a
todo aquel quien le adversa. Intenta no abandonar el gobierno hasta que
la pelona se lo lleve al otro mundo, al costo que sea y a costa de quien
sea, amenazando con las armas.

La enseñanza de Herrera, que los candidatos republicanos hacen viva en
su encuentro de Orlando, se reduce a lo elemental. En política nadie
compra fotocopias. Toda elección, lo repito, exige la posibilidad de
elegir entre opciones claramente diferentes. Es imposible elegir entre
siameses.

El cuento viene al caso, pues el ejemplo norteamericano es ilustrativo.
Los nueve aspirantes republicanos debaten entre ellos, pero se oponen
sin remilgos a Barack Obama. Le llaman el ex presidente. Cuestionan, sin
temor de populistas, su Misión Barrio Adentro, el "Obama Care". Y ante
la opinión, todos a uno responden preguntas sobre los temas sensibles de
la agenda federal. Cada cual muestra su perfil propio e intenta
destacarlo, pero sin concesiones ante el adversario real, el inquilino
de la Casa Blanca.

Sin burladeros para ganar terreno el uno frente a los otros, uno a uno
explica ante la Nación lo que piensa y pretende hacer. Preguntan los
periodistas y los ciudadanos, quienes lo hacen en vivo, vía internet.
Los primeros dicen a los votantes cómo entienden el respeto por la
libertad, el manejo de la economía, la salud, la política exterior, la
inmigración, la responsabilidad de los padres. No caen en un remate de
ofertas o puja, que identifique al más audaz para transformar en
canonjías, donaciones o subsidios improductivos al tesoro público.

Los precandidatos de Orlando, todos, se oponen a Obama. A éste lo
desnudan sin misericordia, frente a los electores. Explican los efectos
perversos de sus políticas actuales, en una controversia sobre políticas
y no para las ofensas.

La opción, que no es opción y rige entre nosotros durante los últimos
trece años, tiene original y un único autor. El país lo conoce. No caben
las malas reproducciones. Ella se funda en el gendarme necesario y la
religión de Estado. Sostiene que el Estado rige la cotidianidad y hasta
los afectos íntimos de los venezolanos. No concibe otra economía que la
estatal y marxista, ni servicios ni estornudos fuera del control
público. No cree en la autonomía de los poderes. Y si de derechos se
trata, existen para beneficio de quienes comparten la visión hegemónica.
Los demás son muertos civiles. Y afirma, al igual que los patriotas
bolivarianos del siglo XIX, que la civilidad y la democracia representan
la patria boba. Y tan bobos somos, como lo juzga el dictador, que su
gobierno lo confía a los hermanos Castro.

¿Hay candidatos capaces de confrontar, abiertamente y sin temores, esa
visión y a su responsable, y de debatirla ante el país, entre ellos, en
defecto del dictador? ¿Pueden avanzar a contracorriente y convencer de
que la corriente nos lleva hacia las cataratas? ¿O nos ofrecen apenas
una transacción: 50% de libertad, 50% de comunismo?

correoaustral@gmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/4559346.asp

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