Thursday, September 15, 2011

El consumo y las finanzas populares

El consumo y las finanzas populares
Luis Pedro España
Jueves, 15 de septiembre de 2011

Qué hacen los pobres con el dinero? Esta pregunta puede tener una
respuesta fácil si se hace desde la obvia realidad de que en los
sectores populares hay pocos recursos para hacer frente a las necesidades

Pero podría ser bastante más compleja si se entiende que muchas veces
las restricciones no tienen que ver solo con el nivel de ingreso, sino
que los intereses y los gustos muchas veces trascienden las necesidades
básicas, incluso en los grupos más humildes.

Partamos del hecho de que el consumo para el venezolano tiene un
componente hedonista que incluso se manifiesta en el consumo básico y
elemental.

Si bien para los sectores medios y altos la compra de víveres o
alimentos no representa necesariamente un acto de placer, aunque estos
disponen de ingreso para consumir bienes de lujo o servicios de cierta
ostentación, los sectores populares, quienes dedican cerca de 60% de su
presupuesto a bienes de consumo masivo, tratarán de hacer de este tipo
de consumo un acto placentero.

La marca de ciertos productos del hogar, hacer la compra en determinados
locales, darse un gusto al comprar un artículo de cuidado personal
considerado como algo especial o relativamente costoso son también
formas de consumir que atienden a gustos y no solo a necesidades.

Desde hace mucho tiempo la forma de ver al consumidor, venezolano o de
cualquier otro país del continente, según una lógica prelativa donde el
consumo de un bien o servicio antecede a la satisfacción de una
necesidad pretérita más básica (estilo pirámide de Maslow), en modo
alguno se corresponde con el consumidor moderno que tiene acceso a
bienes y servicios algo sofisticados tecnológicamente (celulares,
Internet, cable, video, fotografía, etc), gracias a su masificación y,
en consecuencia, en ocasiones puede resultarle más fácil acceder y
consumir bienes de este tipo que otros muy elementales, pero escasos o
difíciles de conseguir en la comunidad.

Así, y aunque esto varía por localidades, en ocasiones le resultará más
fácil a un adolescente de estrato pobre conectarse a Internet que
disponer de agua potable.

A la vista del sector formal y moderno (los que leen este artículo) ese
comportamiento del consumidor de las zonas populares podrá evaluarse
como inadecuado e incluso irresponsable.

¿Cuántas veces hemos escuchado a señoras o señores censurando las
antenas de Directv sobre techos de zinc o las "pintas" de las
secretarias, por considerar que "ellos" deberían satisfacer otras
necesidades, antes que darse tales lujos? Estos juicios ligeros y
prejuiciados se hacen desde la ignorancia de la dinámica de vida popular
o desde los anticuados patrones del consumo masivo de los años setenta
y, en consecuencia poco aportan para entender el consumo en estos sectores.

Por el lado del ahorro o la inversión, contrario a lo que podría
pensarse desde una mirada que hace énfasis en la precariedad del
ingreso, en los sectores populares el comportamiento podría resumirse de
la siguiente manera. En general en Venezuela el ahorro es programado.
Esto es especialmente cierto en los grupos de bajos ingresos. Nadie
ahorra en abstracto, todos ahorran para un fin específico. Se ahorra
para fechas especiales (vacaciones, inicio de clases o diciembre),
también para momentos especiales (cumpleaños, bautizos, primeras
comuniones o aniversarios en general). En un país con una inflación
crónica como el nuestro es muy difícil que el ahorro sea de otra manera.

Lo que no se gasta directamente en consumo básico se destina a la
adquisición de bienes semi-durables que sirven para protegerse de la
inflación (ahorro), o para generar nuevos ingresos (activos).

Resulta bastante claro que entre 2004 y 2007 los hogares venezolanos
renovaron sus activos del hogar como no lo habían hecho en los últimos
25 años. Esto se debió al boom petrolero de esos años. El rezago del
consumo de bienes semi-durables, junto a la imposibilidad de ahorrar
dado el mantenimiento de tasas reales negativas, catapultó un tipo de
consumo que puede y debe entenderse como una forma de inversión de los
hogares. De hecho parte de esos bienes se han puesto a producir (el
clásico ejemplo del vehículo particular convertido en carro de plaza) o
incluso se han podido liquidar para hacer frente a imprevistos en los
años de caída del ingreso entre 2008 y 2011.

El ahorro para emergencias, para hacerle frente a las contingencias,
aunque ciertamente preocupe, no encuentra mucho espacio. El ahorro sin
un fin determinado es sustituido por la solidaridad familiar, por esa
red de mujeres emparentadas (a la que llamamos familia) que son a las
que finalmente hijos y padres, hijas y nietas, acuden en momentos de
accidentes, enfermedades o pérdida del empleo.

Obviamente existen otros mecanismos informales y creativos que ya
cuentan con bastante documentación y que se han tratado de formalizar.
Tal es el caso de los famosos "san", los "fiaos", clubs de compras y las
microfinanzas en general. Al respecto, aún es mucho el camino que nos
falta por transitar, no solo (y no tanto) en el propio diseño de
productos, sino en cómo hacerlos llegar a los venezolanos y cómo
desarrollar cierta cultura de solidaridad que permita introducir
principios de mancomunidad en las finanzas.

Aun cuando el mito de solidaridad comunitaria pareciera indicar lo
contrario, en el país el crédito que tiene por colateral el compromiso
de grupo sigue siendo minoritario y difícil de instaurar.

Las finanzas personales son toda un área de conocimiento e
implementación de políticas. En el terreno del consumo y las finanzas de
los sectores populares, todavía más. Conocer lo que allí pasa y ensayar
modelos de negocio para los sectores de bajos ingresos no solo puede ser
una buena oportunidad, sino que además es una vía para mejorar la
calidad de vida de un segmento enorme de nuestra población.

http://www.analitica.com/va/economia/opinion/1209669.asp

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