Monday, September 12, 2011

El Cisne Negro, Chávez y el impacto de lo altamente improbable

El Cisne Negro, Chávez y el impacto de lo altamente improbable
Manuel Malaver
Lunes, 12 de septiembre de 2011

Chávez no está respondiendo con "sentido común" al "Cisne Negro" que se
le ha atravesado en su plan de vida, no se está sometiendo a un
tratamiento que lo recupere de su grave enfermedad, y más bien insiste
en predicar que está sano, que puede seguir gobernando el país cuando
lo que está es desatando una ola de caos, anarquía e ingobernabilidad

No creo que el corredor de bolsa, investigador financiero, profesor de
la cátedra de Incertidumbre de la Universidad de Massachusetts Amherst y
"empirista escéptico" estadounidense de origen libanés, Nassim Nicholas
Taleb, conozca mucho de un país del norte de América del Sur llamado
Venezuela, y mucho menos que su actual presidente, Hugo Chávez, un
teniente coronel que se sintió de pronto redentor, revolucionario,
socialista, y destinado a dirigir los destinos de la república por
largos 18 años o más, fue diagnosticado en junio pasado de un cáncer que
no se sabe si es de colon, próstata o vejiga y que de tener
consecuencias fatales dejaría su obra "apenas" comenzada y su reinado
hasta el 2021 o 2027… definitivamente trunco.

Lo señalo porque de ser lo contrario, de tener noticias de Venezuela,
Chávez y del cáncer que padece, estoy seguro que les dedicaría unas
líneas en una apostilla que dicen publicará en meses sobre su obra ya
clásica, "The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable" (The
Random House Group), traducida al español como "El Cisne Negro: el
impacto de lo altamente improbable (Paidos Ibérica. Barcelona) que
conmovió la comunidad científica de Estados Unidos, Europa y Asia hace 4
años, se constituyó en una referencia para asomarse a los sucesos que
condujeron a la crisis económica global del 2009 y se afirma llegó para
que el flujo de los datos que anuncian las catástrofes históricas
empiecen a leerse de ahora y para siempre de una manera absolutamente
diferente.

La teoría del libro del profesor, Nassim Nicholas Taleb, (que es también
miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva
York) puede resumirse de manera sencilla: algunas grandes crisis
confunden, aturden, y tardan en prender la luz al final del túnel porque
tienen un decurso, en primer lugar, "impredecible"; en segundo,
"altamente improbable"; y por último, generan tal sorpresa, desconcierto
y caos, que lograr que las aguas vuelvan a su cauce requiere riesgos,
más crisis, e interminables marchas y contramarchas.

Conmoción que en el orden de los asuntos naturales y humanos solo puede
compararse al nacimiento o aparición de un "Cisne Negro", suceso
igualmente "impredecible", "altamente improbable" y tan "sorpresivo" que
produce consecuencias cuyas sequelas se hacen sentir por largo tiempo en
la comunidad científica, social y cultural.

Desde luego que para el investigador financiero, corredor de bolsa, y
"empirista escéptico", profesor Nassim Nicholas Taleb, las pruebas de su
teoría pueden buscarse en la crisis financiera del 2009, que estalló en
el cielo sereno de una época de auge sin precedentes de la economía, no
dio señales de que un iceberg se aproximaba a chocar contra su casco, y,
lo que es peor, fue tan sorpresiva que ya dura largos 2 años, se anuncia
una nueva recesión, y no hay dudas que será más larga de cualquier otra
que se haya conocido.

Pero, igualmente, el 11 de septiembre del 2001, como el atentado contra
un príncipe en Sarajevo en 1914 que dio origen a la "Primera Guerra
Mundial", tienen características de "Cisnes Negros"; lo mismo que la
caída del Muro de Berlín en 1989, y, últimamente, la rebelión de un
grupo de países árabes-islámicos a favor de la democracia y la libertad
en África del Norte y el Medio Oriente, y ¿por qué no? (digo yo), el
cáncer que en junio pasado el diagnosticaron al presidente de Venezuela,
Hugo Chávez.

Y aquí viene la artillería pesada de las 432 páginas del texto del
profesor Taleb, pues remontándose a la griegos y romanos, pasando por la
Edad Media, el Renacimiento y la revolución postindustrial, aterriza en
pleno siglo XXI, cuyo establecimiento intelectual y académico, pero en
especial a sus economistas e historiadores, acusa "de estar bien
dotados para describir las causas de una crisis, de una guerra, o una
revolución ya pasadas, pero en general son incapaces de anticiparlas".

O sea, que tales "autoridades (Bildunssphilsters, engañabobos, como los
llamaba, Nietzsche) son muy buenos para predecir los sucesos, pero de un
modo retroactivo".

"Distorsión que se alimenta" insiste Taleb "en un sesgo que nos empuja a
sobreestimar el valor de las explicaciones racionales de los datos, a la
vez que subestimamos la importancia de la aleatoriedad inexplicable de
los datos. Existe una base genética y filosófica para entender lo mal
preparados que estamos los humanos cuando nos enfrentamos a la
incertidumbre y la aleatoriedad".

Según Taleb, "la evolución no favoreció un tipo de pensamiento complejo
y probabilístico, antes al contrario, somos muy rápidos en adoptar
decisiones instantáneas apoyados en una mínima cantidad de datos o en
teorías superficiales y carentes de solidez, tal vez (sugiere un
divertido Taleb), porque quienes divisaban un león y echaban a correr
por presuponer que todos los animales salvajes siempre comen seres
humanos, tenían más probabilidades de sobrevivir que quienes preferían
poner a prueba tal hipótesis de una manera experimental.

Claro que hay leones de talante amistoso (como también hay cisnes
negros), pero es preferible ser prudente y cauteloso de antemano que
sufrir más tarde las consecuencias de semejante prueba (problema de la
inducción)"."Además" sigue "existe un problema filosófico fundamental:
la platonicidad o "falacia platónica". Somos hijos de la escuela
platónica que nos animó a preferir la teoría estructurada, ordinaria y
comprensible a la desordenada y compleja realidad; por otra parte, nos
inclina, asimismo, a seleccionar únicamente los hechos que encajan en
nuestras teorías (falacia de las pruebas silenciosas) o cuando los
hechos han tenido lugar, nos creamos historias post-hoc para que el
hecho parezca tener una causa que no es sino una falacia narrativa".

A estas alturas, Taleb la emprende "contra los "modelos de gestión de
riesgos que se usan actualmente, y que han hecho ganar a algunos
académicos su Nobel de Economía (Taleb cita expresamente a Robert C.
Merton y Myron S. Scholes, promotores del fiasco del LCTM) que excluyen
precisamente los eventos raros que aparecen de vez en cuando y cuyos
efectos económicos pueden ser muy importantes".

Estos académicos y muchos analistas cuantitativos "tranquilizan a los
ejecutivos de las empresas, los reguladores y los inversores con una
ilusoria sensación de seguridad que no tiene para nada en cuenta la
aparición ocasional de cisnes negros que pueden dejar arruinados a más
de uno". Para Taleb "esta "falacia de la regresión estadística" que
consiste en creer que la probabilidad de futuros eventos es predecible
examinando acontecimientos de eventos pasados está muy arraigada entre
los actores económicos, que tampoco entienden que la aleatoriedad
estructurada que encontramos en los juegos de azar (teoría de
probabilidades clásica) no se parece a la aleatoriedad que encontramos
en la vida real".

En otras palabras, que frente a la realidad, los hechos, lo
impredecible, lo improbable, lo aleatorio, frente a los "Cisnes
Negros", estamos absolutamente inermes, desnudos, como Dios nos trajo al
mundo, y sin otra alternativa o receta que refugiarnos en "el sentido
común" que puede contener las vías para soportar los chaparrones y salir
medianamente librados de ellos.

Y al detenerme en esta conclusión del texto del profesor, Taleb, se me
ha ocurrido pensar en el "Cisne Negro" del cáncer que se le diagnosticó
al presidente, Chávez, el 10 de junio pasado, que de acuerdo a la
metódica de su teoría, cumple con las premisas para ser definido como
tal, pues, 1) Fue impredecible 2) Altamente improbable; y 3) Ha
suscitado tal sorpresa en su entorno y en él mismo que, desde entonces,
el gobierno venezolano parece una nave a la deriva que avanza hacia un
abismo del cual, no es que no se desviará, jamás regresará.

En cuanto a la primera y segunda premisas, podría argumentarse que
rayaría en la locura que un ser humano no estuviese preparado para la
probabilidad de ser "diagnosticado de cáncer" en un momento de su vida,
pero ¿no es igualmente cierto que Hugo Chávez planificaba y actuaba como
un ser "no humano", como un superhombre o semidios destinado a escalar
alturas, propósitos, y metas donde ningún otro venezolano o
latinoamericano había llegado?¿No es cierto, también, que conforme a su
soberbia, arrogancia, egotismo o narcisismo, más bien se preparaba para
morir en su lecho pasados los 100 o más años?

Todo lo cual explicaría "el shock", que según él, lo sacudió, lo
conmovió, lo trastornó, al ser informado por Fidel Castro "de que le
habían detectado células cancerosas en su cuerpo"."Cuando Fidel me dijo
el diagnóstico" le contó Chávez al entrevistador, José Vicente Rangel,
en su programa de televisión "José Vicente hoy", el domingo 7 de agosto
"pedí retirarme a un baño solo, y ya entre cuatro paredes, lloré, y
lloré como un niño, mientras me preguntaba: "¿Por qué a mí, por qué a
mí, por qué a mí?".

La respuesta es sencilla, diría el profesor Nassim Nicholas Taleb:
"Pues, porque a pesar de los enormes progresos científicos del último
siglo, estamos inmersos, como humanos, en lo impredecible, lo altamente
improbable, lo aleatorio, en el estupor que nos genera sentirnos en su
torbellino, y con poca o ninguna capacidad para fabricar milagros,
reacciones sobrenaturales, y resultados voluntaristas".

Chávez, en efecto, no está respondiendo con "sentido común" al "Cisne
Negro" que se le ha atravesado en su plan de vida, no se está sometiendo
a un tratamiento que lo recupere de su grave enfermedad, y más bien
insiste en predicar que está sano, que puede seguir gobernando el país,
cuando lo que está es desatando una ola de caos, anarquía e
ingobernabilidad, que ya parece que no solo él, sino todo el gobierno,
padece de un cáncer de tipo IV.O sea que exactamente como los
presidentes de bancos de inversión, corredores de bolsa, especuladores,
profetas, analistas de riesgo, economistas e historiadores que a 2 años
del estallido de la crisis de 2009 siguen preguntándose: "¿Por qué a mí,
por qué a mí, por qué a mí?"

manumalm912@cantv.net

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8584477.asp

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