Friday, September 9, 2011

El censo de Nixon

El censo de Nixon
Román José Sandia
Viernes, 9 de septiembre de 2011

Cuando Richard Nixon participó en la carrera por la Presidencia gringa
en 1960, ya era conocido como "Tricky Dicky" (algo así como "Ricardito
el tramposo"). Su fama de mentiroso y hábil enredador se había abierto
paso en el Congreso y luego como Vicepresidente en la administración
Eisenhower. A tanto llegó, que se hizo popular el chiste sobre el seguro
fracaso de Nixon como vendedor de carros usados. Nadie se los compraría.
Ningún vecino confiaría en que el carro que Nixon le vendiera no tendría
vicios ocultos que después lo arruinasen. Parece que el mismo Jhon
Kennedy, su rival y triunfante candidato en el primer intento de Nixon
por llegar a la Casa Blanca, contribuyó al éxito del chiste.

Sin embargo, en 1968 Richard Nixon pudo obtener el cargo anhelado con
una gran votación, en medio de las fuertes protestas contra la guerra de
Vietnam, y demostró que a pesar de ser un tramposo tuvo logros de
verdadero estadista: la paz en Vietnam y la normalización de las
relaciones con la China de Mao son los principales. Luego vino el
escándalo de Watergate, donde sus fontaneros se introdujeron para grabar
ilegalmente a los demócratas. Esa trampa y las mentiras que dijo en el
proceso lo llevaron a renunciar en agosto de 1974, antes de que el
Congreso de los EE UU lo destituyera.

En la cultura norteamericana mentir tiene un precio muy grande. Quienes
han mentido en la obtención de la visa para viajar al Imperio lo saben.
Allá no se puede mentir impunemente con facilidad. No es que nadie
mienta en Gringolandia, es que quien lo hace es muy probable que pague.
Por ello el consejo de la Embajada para los chavistas y no chavistas que
quieren visitar la Metrópoli es no mentir.

Esa es una de las grandes diferencias que hay entre los estadounidenses
y nosotros, los latinoamericanos. Entre nosotros la mentira a veces
hasta da prestigio a quien la dice. La política criolla es el escenario
privilegiado de la mentira. Un candidato a un cargo público no tendrá
mayor problema si es agarrado en una mentira. A lo mejor ni tiene que
disculparse por ello. Llegamos al extremo de que sabiendo que lo que nos
dicen es una falsedad, la creemos aunque sea un imposible. Según algún
encuestólogo las mentiras que dice el régimen chavista son más
importantes que la vivencia. La esperanza es más larga que la vida. El
carisma alimenta, da trabajo y protege de la inseguridad.

De manera que en este contexto qué importa que el censo sea una reunión
de mentirosos. Los encuestadores no llenarán las planillas totalmente:
algo dejarán para la tarea en la casa. Después los técnicos se ocuparán
de cuadrar las cosas. La imaginación hará estragos no sólo en los
entrevistados. Las mentiras serán de lado y lado. Si el jefe ha dicho
que milagrosamente se curó, por qué los ciudadanos no pueden aumentar
sus sueldos, decir que viven con el mayor grado de felicidad posible,
como lo ha pedido el ex convaleciente a la Virgen del Valle por su
twitter no "hackeado".

Venezuela crece económicamente a pesar de que su aparato productivo es
acosado sin pausa y de que más de 8 mil empresas han desaparecido. El
desempleo todavía se mantiene en cifras porcentuales de un dígito. La
inseguridad es una "sensación mediática". El salario mínimo es
suficiente para vivir cómodamente. Los que han emigrado lo han hecho
debido a su falta de patriotismo y a su repugnancia estética por la
camarilla gobernante. La pobreza ha disminuido. PDVSA produce un millón
de barriles menos y está endeudada como nunca, el PIB petrolero
disminuye pero es la empresa líder en el mundo. A pesar de todo lo que
ha pasado en estos doce años y medio (hasta dos derrotas electorales
nacionales cantadas por el CNE chavista), Chávez todavía, en el peor de
los casos, tiene el 50% del apoyo de los electores. Estas son verdades a
la venezolana, no a la gringa.

¿Usted le compraría un carro usado a Elías Eljuri, presidente del
Instituto Nacional de Estadística?

rjsandia@hotmail.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6059267.asp

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