Monday, September 5, 2011

Apología de la censura

Apología de la censura
Rubén Monasterios
Lunes, 5 de septiembre de 2011

Al hacernos vivir "en un contexto de sangre, hierro y fuego" como efecto
de la represión de la libertad de expresión, el fomento de la miseria y
de la violencia y del saqueo inclemente del erario y de la propiedad
privada, el Gobierno bolivariano sigue la estrategia platónica de
estimular el cambio revolucionario al revés

Nada más repugnante que la insensata ola de protestas desencadenada por
la medida correctiva impuesta por el Gobierno al semanario6º Poder, a
causa de su ofensa injustificada a Juana la Cubana y otras Chicas del
Can; tanto escándalo por una sanción nimia, hace evidente la ignorancia
de los contestatarios del verdadero propósito revolucionario del régimen
bolivariano, involucrado en esa y otras disposiciones semejantes.

A propósito de revelar la intención in pectore del Gobierno, rescatamos
algunas ideas de una ponencia cuyo título sirve de epígrafe a este
artículo presentada por el autor en el Congreso Internacional de la
Censura (Liverpool, diciembre 1981). Con ello aspiramos facilitar la
comprensión de la dinámica social nacional, tanto como lo hace Elogio de
laAdulancia de Edecio La Riva Araujo, una obra que, habiendo sido
publicada a mediados del siglo pasado, hoy es indispensable a tal efecto.

Consideremos, por una parte, que la sociedad sólo cambia como efecto de
la trasgresión de las normas establecidas, y por otra, que la censura
constituye un estímulo para el objetor, cuyo principal objetivo al
criticar y denunciar desafueros del poder, es joder hasta la saciedad,
en el sentido de desestabilizar al sistema, alterar la paz espiritual de
las personas que creían su universo debidamente ordenado e irritar en
particular a las autoridades que establecieron el orden para ejercer y
perpetuarse en el poder; obsérvese, entonces, que al suprimir la
censura, despojamos al ambiente de un importante factor de cambio social.

Una sucinta revisión de la historia demostraría que las obras y
acontecimientos más auténticamente revolucionarios, esos que rompieron
los estándares consagrados y abrieron las compuertas hacia otros ámbitos
de la cultura, fueron realizados casi invariablemente en una atmósfera
de represión. Los ambientes excesivamente liberales propician la laxitud
intelectual; la creación ocurre en un contexto de sangre, hierro y
fuego, y no en el que ofrece blanduras complacientes. No por otra razón
muchos de los mayores pensadores de la Historia le han dado soporte a la
censura; sin embargo, lo hicieron de una manera críptica, simulando, en
la exposición de sus ideas, respaldar al establecimiento político,
cuando en realidad pretendían el cambio social; no podía ser de otro
modo: de haber sido explícitos el poder habría acabado con ellos.

La estrategia de estimular la acción del poder político de cierta forma
que lo socava, haciéndole creer que lo favorece, se inicia con Platón
(429-347), un revolucionariolarvatus, según lo revelan las más recientes
indagaciones, que equivocadamente ha quedado inscrito en la Historia
como un idealista conservador.

Apréciese el juego genial del griego: en La República propone que todas
las obras de ficción pasen por el filtro del censor, con el fin de
proteger a los niños de influencias que no deberían recibir durante su
formación como ciudadanos; urge en la necesidad de controlar
particularmente la poesía, que excita las pasiones, lo cual puede
desencadenar en las personas una tendencia a omitir el cumplimiento de
las reglas de la virtud y la justicia; pero el filósofo tenía suficiente
conocimiento de lo que siglos después Freud expondría como uno de sus
postulados teóricos: que donde hay un tabú, hay un deseo; de modo que
nada mejor que la prohibición de textos subversivos para incitar su
lectura. Además, para dar el ejemplo al gobierno ateniense, el filósofo
también ejerció la censura; quemó textos disidentes de Demócrito, aunque
con el solapado propósito de obligar a su contemporáneo a volver a
escribirlos en forma más radical. También clamó por la censura de la
música; su lucidez lo llevó a advertir lo comprobado por la neurología
dos milenios y pico después, esto es, que ciertos intervalos musicales,
como los característicos del rockpesado y del rap, tienen el efecto de
alterar el espíritu del escucha, induciendo al sujeto a transgredir las
leyes (La República); en consecuencia, las composiciones basadas en esos
ritmos debían ser vetadas. La importancia como agente subversivo que
Platón confiere a la música, lo lleva a atribuirle potencial para
alterar la estructura del Estado (ibídem); las novedades musicales
inevitablemente conducen a la disolución de las leyes e instituciones
políticas fundamentales, razón suficiente para prohibirlas. No obstante,
la investigación ha revelado que, en tanto exponía públicamente esas
ideas retrógradas, Platón dictaba sus clases en la Academia recitando y
meneándose siguiendo esos intervalos condenables, vale decir, como lo
haría hoy un rapero; de aquí que algunos estudiosos encuentran en el
pensador un remoto antecedente de las más notables figuras del rap y el
hip-hop, como Nate Dogg, Dr. Dre, Daddy Yankee, Gogg Pound y otros.

La conclusión a partir de estas reflexiones, es obvia: al hacernos vivir
"en un contexto de sangre, hierro y fuego" como efecto de la represión
de la libertad de expresión, el fomento de la miseria y de la violencia
y del saqueo inclemente del erario y de la propiedad privada, el
Gobierno bolivariano sigue la estrategia platónica de estimular el
cambio revolucionario al revés, vale decir, haciéndonos creer que es una
dictadura reaccionaria, cuando en realidad está minando los postreros
vestigios del sistema oligárquico-capitalista e impulsándonos
disimuladamente a avanzar a paso de vencedores hacia el glorioso
Socialismo del Siglo XI. Y todo aquel opuesto esos nobles procederes,
es, aparte de ignorante, un vendepatria.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3966784.asp

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